Encantada, Mayor Busto...

Una de los peores castigos femeninos es la carencia de tetas. Una crece inocente, libre y despreocupada. Hasta que aparecen los primeros corpiños. A eso de los 11/12 años, exhiben orgullosas sus incipientes sostenedores deportivos en el baño del colegio. Hasta ese momento todo es feliz y revelador. Estamos estrenando sujetadores y la alegría de saber que en breve seremos mujeres hermosas y voluptuosas. El tiempo pasa y la cuestión, para algunas, se agrava. En el secundario, mientras unas pocas agraciadas cambian del 85 al 90, una gran cantidad continua con el 85 y en casos más extremos, 80. La desesperación aumenta a medida que pasa el tiempo. Las exigencias son otras. Aparecen las salidas nocturnas y con ellas los escotes, los strapples, los drapeados y ahi tenemos, frente a nosotras. al espejo escupiéndonos toda nuestra incompletud, nuestra imperfección amorfa a la cara. Las mujeres suelen entablar un vínculo pugilistico con su físico desde muy jóvenes, estan acostumbradas a preocuparse por dietas, rollos y acné desde la preadolescencia. Pero esta es otra cuestión. Por más días que pasemos comiendo ensalada de apio y limón, por más barrocutina que usemos, por más ropa negra que nos pongamos, la situación es irreversible. La posibilidad de escatimar, calcular, planificar, lamentarse, fracasar que nos da el emprender una dieta nos es cohartado de raiz, rellenar un escote implica cuestiones determinantes, no puede haber errores, ni traspìes, no se puede culpar a nada ni a nadie, no hay excusas solamente una realidad, irreductible, única y dolorosa: las tetas no están y no van a estar.
Y es así como nace la destetada. A falta de busto a la destetada le sobra imaginación. Su creatividad condensa las habilidades de un fisico matemático y la estética de un diseñador de indumentaria. Aprenden a hacer rellenos combinando volúmenes, pesos y texturas en forma prodigiosa: si no hay almohadillas, lo mismo da medias, guantes, pañuelos o bollos de papael higiénico. Jamás usan corpiño sin aro y prefieren inmolarse públicamente a salir sin push up. Para ellas el dialecto de las tetonas es como chino mandarín. Les es imposible comprender como pueden quejarse de dolores de espalda o de que nadie les mire la cara cuando les hablan. Ellas rematarían el higado de su madre en un mercado persa con tal de tener que fajarse el pecho para hacer deportes de alto impacto. Cualquier improperio proferido por trabajadores del transporte o la construcción suena como la quinta sinfonía si en su barrabasada hacen referencia a las tetas, aún a pesar de que la frase tenga la elegancia de un sandwich de bondiola.
En su fase masoquista pueden llegar hasta disfrutar de engordar o indisponerse, los miserables milímetros que les aumentó el busto justifican por microsegundos el estar dolorida o hinchada como sapo. Claro que el ensueño de sentirse Coca Sarli frente al espejo finaliza automáticamente apenas quitan la vista del torso y caen en la cuenta del alarmante parecido a Michelin que comienzan a tener.
Las destetadas estan hartas de que les elogien la mirada, la sonrisa, la inteligencia, el pelo, la cola, la elocuencia, la gracia, la astucia etc etc... de que le digan "pero si asi estás bien" (¿Quién esta bien así, baboso? Y si estoy tan bien, porque se te van los ojos como estrábico borracho cuando pasa una tetona haciendo footing con su corpiño deportivo, eh??)
Hay algunas que se consagran a encantamientos de orígen dudoso entregando por completo su desarrollo corporal a las fases de la luna, masajes aumentativos, cremas a base de frutas secas y testículos de algún animal marino y tratamientos mágicos que por supuerto nunca jamás funcionaron (salvo a la prima de la amiga de una tía, a esas hijas de puta les funciona todo, los anticonceptivos en el shampoo, cortarse el pelo en luna creciente, la baba de caracol y toda hechicería berreta que ande dando vueltas por ahí) Hay otras que deciden tomar el toro por las astas, ponerse siliconas y abusar de remeras escotadas aunque sea invierno, haya nevada histórica y hagan 4 grados bajo cero.
Hagan lo que hagan las destetadas se reconocen como tales y no hay vuelta.
Por más que los $6.000 invertidos en 350 cc de silicona sean un placebo que las haga sonreir cuando compran ropa interior, todas las noches que tuvieron que dejar de dormir boca abajo, las veces que les acariciaron el busto y no lo sintieron, el lamentarse SIEMPRE haberse puesto demasiado o demasiado poco hace que su verdadera esencia retorne a modo de pesadilla y se reconozcan como son: fragmentarias, incompletas, imperfectas... como una mujer sin busto.